Siento que tengo que hablar de esto, pensé dejarlo pasar, pero se lo debo, va a ser mi pequeño homenaje a un gran hombre.

Mi abuelo nos dejó hace poco más de una semana, esa semana en la que los post de pequeboom no eran un bombardeo y cuyas entradas programadas aparecían sin enlaces y sin fotos…
El lunes pasado mi madre me llamó y me dijo: «tenéis que venir», no hizo falta más: preparé las cosas de la peque y cuatro cosas para mí, poco después mi padre me llamó llorando para decirme que pasaba a recogernos, cogí a la peque y nos fuimos a Asturias. Cuando llegamos ni siquiera me lo pensé, sabía que quería verle y me planté en el hospital, la morfina llevaba un par de días haciendo su trabajo y no había tiempo que perder…
El nudo que tenía en la garganta no me impidió decirle que había sido el mejor abuelo y padrino del mundo, que le íbamos a echar de menos, que le hablaría mucho a Daniela de él, que descansara, que le quería, que mi hermana también le adoraba… le llené de besos y de lágrimas mientras le acariciaba. Me apretó la mano, movió la cabeza para decirme que no sentía dolor y hasta abrió los ojos, yo sé que me escuchó, él también me dijo adiós con su mirada.
Mi abuelo era portugués y para sacar adelante a sus 8 hijos, que luego fueron 7 trabajó de carpintero, panadero, agricultor, minero y fue hasta contrabandista, lo que le costó unos meses en la cárcel, durante los cuales nadie supo donde estaba… Emigró a Asturias hace más de 50 años y durante sus últimos días su idioma materno era el que mejor reconocía y al que con más rapidez respondía, increíble.
Recuerdo los veranos en Portugal, las meriendas en las que escanciaba sidra y me daba un culín porque me encantaba y yo era una enana, las partidas de cartas, los paseos por los castaños, tengo tantos y tan buenos recuerdos junto a él! Ir a coger patatas, poner la lumbre para calentarnos, cuando nos traía fresas recién cogidas para hacer batido, cuando me llevaba a ver los conejos y las gallinas, la de cosas que nos enseñaba…
Cada vez que veo un tazón gigante de desayuno me acuerdo de él, lo llenaba de leche y galletas María y era su momento del día, le encantaba y nosotras siempre andábamos al acecho de uno aún más grande para regalarle.
Aprendí mucho de él, sobretodo a ser una persona trabajadora, luchadora, la importancia de la familia y el saber perdonar.
Recuerdo que hace casi 20 años un cáncer de estómago le dio 2 meses de vida y fuimos a Portugal una semana santa para que se despidiera de todo y de todos y no ha sido hasta hace una semana cuando nos ha dicho adiós, qué suerte hemos tenido!
Ahora me alegro de haberle tenido tantos años conmigo, sé que le gustó visitar mi casa, venir a mi boda y por supuesto ser bisabuelo fue una gran alegría, la última. No pasaba un día sin que preguntase por ella, eso no se le olvidaba nunca y por suerte fui a visitarle para que la conociese a las tres semanas de nacer y también en febrero porque no pude pasar sus últimas navidades con él.
Me he reído mucho con él, hasta de su mal genio, porque odiaba perder a las cartas y era muy bueno haciendo trampas, no le gustaba la Iglesia ni los curas y también nos reíamos diciéndole: «yayo, vamos a misa?» Nos ponía unas caras…
Siempre fui muy cariñosa con él, siempre le llené de besos y abrazos, sé que estaba orgulloso de mí, sé que donde quiera que esté nos seguirá muy atento y nosotros trataremos de no defraudarle.
El vacío que deja es muy grande, era el pilar de la familia, quien mantenía todo en su sitio.
Tengo en casa un banquito de madera hecho por él en mi salón y es sin duda uno de los objetos más preciados que tengo, también uno más chiquitito que guardará Daniela como recuerdo de su bisabuelo, es algo material, pero es verlo y llenarme de buenos recuerdos.
Para mí y para tataboom siempre será «el yayo», nuestro yayo, para mi madre sé que es un dolor inmenso, para mi padre era su segundo padre y papáboom lo describió como un «crack».
Yayo, te vamos a echar mucho de menos, pero no te vamos a olvidar nunca. Te quiero.