En los post previos os contaba cómo ha ido evolucionando el sueño de Daniela, durante los tres primeros meses y después hasta los seis meses.

Durante el séptimo y el octavo mes las cosas iban muy bien, la peque dormía del tirón y sólo se despertaba alguna vez cuando estaba con los dientes, nuestro modus operandi era claro: vista al pañal, que rara vez ensuciaba y pecho, ella mamaba y se quedaba frita, 5 minutos y de vuelta en su cama durmiendo.

Todo iba sobre ruedas y de repente las cosas cambiaron a partir del noveno y el décimo mes. No sé por qué, dientes, mayor necesidad de alimento… pero la peque empezó a demandar comer más y yo caí en la trampa del biberón, estuve dos meses dándole además de pecho un biberón con cuatro cacitos de cereales, creo que fue idea de mi madre que decía que para que no se despertase y durmiese siempre del tirón lo mejor era cogerla a las 12 de la noche, antes de irme yo a dormir, ni que decir tiene lo que me costaba a veces aguantar despierto y dárselo, el caso es que a veces la peque no lo quería, a mí me daba la impresión de que al estar dormida tragaba porque no le quedaba más remedio y aún así había días que se despertaba antes de que yo me fuese a trabajar así que en una visita al pediatra se lo conté y muy clarito me dijo que la niña ya tenía que dormir sus 12 horas seguidas y que si quería pecho no se lo diese. Me fío mucho de él pero en esto del tema lactancia materna sólo me fío de mí misma… y si está inquieta o veo que tiene hambre la primera opción y que nunca ha fallado con mi niña ha sido el pecho así que… ni caso… Estos dos meses fueron los más «tostón» pero bueno, de todo se aprende.

Entonces llegó el undécimo mes y con él las vacaciones y nuestro viaje a Málaga para disfrutar de unos días de descanso, hicieron que yo estuviese aún más cansada que trabajando, pasé una semana horrible. La niña se despertaba hasta cuatro veces y sólo quería pecho, entre el calor, el cambio de ambiente, la actividad frenética durante el día yo no descansaba nada y ella estaba totalmente revolucionada.

Menos mal que después de la tempestad siempre llega la calma…